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Hórreos: la memoria elevada del norte y el alma del Camino Lebaniego

martes 30 septiembre 2025

Los hórreos forman parte del paisaje del norte desde hace siglos. Son graneros elevados, sí, pero también son símbolos de ingenio, de comunidad, de adaptación al territorio y, sobre todo, de memoria. Y en Liébana -punto de encuentro de caminos, montañas y peregrinos- cobran un significado aún más profundo.

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Quien camina por Liébana descubre pronto que aquí la historia no solo se cuenta en libros ni en museos: se levanta del suelo. A veces en forma de torre, a veces en forma de puente… y muchas veces en forma de hórreo, esa construcción tradicional que parece suspendida en el aire y que, de alguna manera, sostiene también una parte esencial de nuestra identidad.

Los hórreos forman parte del paisaje del norte desde hace siglos. Son graneros elevados, sí, pero también son símbolos de ingenio, de comunidad, de adaptación al territorio y, sobre todo, de memoria. Y en Liébana - punto de encuentro de caminos, montañas y peregrinos - cobran un significado aún más profundo.

Un patrimonio que acompaña caminos

Durante las VI Jornadas Internacionales de la Cultura de los Graneros Elevados Tradicionales, celebradas en la comarca, quedó claro que los hórreos y los caminos de peregrinación han estado ligados desde siempre. No es casualidad: los caminos eran rurales, y el rural era —y sigue siendo— un universo propio donde el hórreo ocupaba un lugar central.

En muchos territorios, como León, se documentan decenas de hórreos situados directamente en el trazado del Camino de Santiago y más de un centenar en su entorno. Su presencia marcaba la vida de las aldeas y también la de quienes peregrinaban, que encontraban en ellos un signo de prosperidad, de hospitalidad y de continuidad del paisaje .

Caminar hacia Santo Toribio o hacia Santiago es atravesar una geografía hecha de casas, sendas y montes… pero también de hórreos que han visto pasar generaciones de caminantes.

Liébana: un territorio donde los hórreos siguen hablando

Liébana conserva algunas de las expresiones más singulares de esta arquitectura. La investigación presentada durante las jornadas documentó la existencia de una nueva tipología de hórreo cántabro en Mogrovejo y Espinama, datada en el siglo XVII, así como la confirmación de que el hórreo de Cosgaya, del siglo XVI, es el más antiguo que se conserva en Cantabria .

Estos hallazgos no solo amplían nuestro conocimiento, sino que refuerzan algo que aquí ya intuíamos: que los hórreos no son piezas aisladas, sino parte de un tejido cultural que ha dado forma a la comarca durante siglos.

La exposición 'El hórreo en los Caminos del Norte', inaugurada en el Centro de Interpretación de Sotama, profundiza en esta historia mostrando su evolución desde época romana, con un espacio muy especial dedicado a Cantabria, a las maquetas tradicionales y a los trabajos recientes de recuperación de hórreos como los de Anievas o Avellanedo.

Entre todos esos trabajos, uno destaca por su fuerza simbólica: la restauración del hórreo de Avellanedo, en Pesaguero. Se trata de un edificio del siglo XVII que, según recuerdan sus propietarios, fue lugar de acogida para peregrinos del Camino Lebaniego hace siglos. Recuperarlo no solo ha significado restaurar un elemento patrimonial, sino reactivar un espacio de identidad local y de encuentro para vecinos, visitantes y caminantes.

Su inauguración reunió a instituciones, asociaciones, vecinos y al grupo Tentemoz@s —jóvenes con diversidad funcional que explicaron todo el proceso de restauración—, demostrando que el patrimonio también puede ser una herramienta de inclusión, aprendizaje y comunidad. Ahora, además, los peregrinos pueden sellar allí su credencial con un sello conmemorativo, convirtiendo este hórreo en un pequeño faro cultural del valle

Una de las ideas que más se repitió durante las jornadas es la necesidad de comprender que los hórreos son patrimonio vivo. No son piezas de museo: siguen siendo parte de los pueblos, de las familias, de las tradiciones agrícolas, de la alimentación y del paisaje que recibe a los peregrinos.

Por eso el proceso para que los hórreos del norte de España —Cantabria, Asturias, Galicia, León, Navarra y País Vasco— sean declarados Manifestación Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial es algo más que un trámite administrativo. Es un reconocimiento a un modo de vida, a un conocimiento heredado y a un oficio que durante siglos ha unido a territorios y comunidades.

Para la Fundación Camino Lebaniego proteger estos hórreos es proteger también los caminos de peregrinación, la memoria rural y la identidad compartida del norte. Cada restauración, cada investigación, cada exposición y cada encuentro comunitario es una forma de mantener vivo un patrimonio que sostiene nuestra historia igual que sus pegollos sostienen el granero: elevándolo para que dure, para que respire y para que siga siendo útil.

Y así, de hórreo en hórreo, de pueblo en pueblo, de peregrino en peregrino, el camino continúa.

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