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Herrerías, la huella del hierro en el Camino Lebaniego

martes 14 marzo 2017

Hace poco que abandonamos la costa y tomamos el Camino Lebaniego en Muñorrodero siguiendo la cuenca del Nansa para llegar a Camijanes, ya en el municipio de Herrerías, cuyo nombre procede de la actividad fundamental que se desarrollaba desde el siglo XII: la extracción, tratamiento y comercialización del mineral de hierro.

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Aquí abundan los bosques de ribera, encinares, zonas de pradería y plantaciones forestales. Herrerías también posee un rico patrimonio natural y artístico que vamos descubriendo a medida que avanzamos rumbo a Santo Toribio.

El río Nansa y sus afluentes han sido claves para el desarrollo económico de Herrerías a lo largo de su historia: por esta zona existieron abundantes molinos y fundiciones de hierro. Los elementos que componen su escudo municipal hacen clara referencia a la actividad económica y laboral que le dio nombre.

En Camijanes abandonamos la Senda Fluvial del Nansa. Esta localidad ya aparece en un documento del Monasterio de Santo Toribio de Liébana en el año 951 y tuvo un especial desarrollo al ser un barrio de ferrerías, donde se encontraban las más antiguas de la provincia. El Puente del Tortorio salva el río Nansa de camino a Cabanzón.

Tres kilómetros nos separan de Cabanzón, cuyas fiestas se celebran el fin de semana más cercano al 22 de julio en honor a Santa María Magdalena. Un toque de campanas a las doce de la noche del viernes marca el inicio de la celebración. Entre su patrimonio arquitectónico destaca la torre-fortaleza que, como la de Estrada, formaba parte del sistema de fortificaciones que existía en el valle del Nansa.

Rodeada de una muralla almenada, esta impresionante atalaya está estratégicamente situada para controlar de los caminos de Liébana a Val de San Vicente, y de Asturias a San Vicente de la Barquera o Santillana del Mar, así como del paso del río Nansa, desde finales de la Edad Media. Tras admirar la imponente torre, no nos podemos ir de aquí sin hacer un alto en el camino, como debieron de hacerlo muchos otros peregrinos antes, bajo la famosa Encinona de Cabanzón.

Unos cuatro kilómetros nos separan de Cades, donde existe un albergue municipal y un interesante patrimonio civil.

La Ferrería de Cades, reconstruida y gestionada por la Asociación de Desarrollo Rural Saja Nansa, es un gran edificio que se terminó de construir en 1752 dedicado a la fundición de hierro.

El agua, captada desde el río Nansa a unos 1.000 metros río arriba y transportada mediante un canal, ponía en marcha los mazos y fuelles necesarios para producir los numerosos lingotes de hierro que allí se fundieron, utilizando la fuerza hidráulica del agua, así como los molinos, a lo largo de los siglos XVIII y XIX. Durante la visita se muestra cómo funcionaba este ingenio hidráulico.

Un hórreo o panera (de los pocos que aun se conservan en Cantabria), dos molinos harineros, casa blasonada y ermita completan el conjunto rural de la Ferrería de Cades, junto a un agradable paseo por el bosque de ribera del Nansa.

El rico patrimonio de Herrerías no se halla solo en la superficie: en la confluencia de los ríos Nansa y Lamasón se encuentra una de las diez cavidades prehistóricas Patrimonio de la Humanidad que existen en Cantabria: La Cueva de Chufín.

Con vistas privilegiadas sobre el valle, su visita nos descubrirá el arte paleolítico de nuestros ancestros de hace más de 15.000 años.

No muy lejos del Camino Lebaniego a su paso por Herrerías también se encuentra la impresionante Cueva del Soplao.

Bien merece un alto en el camino para visitar esta cavidad, considerada una de las maravillas de la geología, famosa sus formaciones excéntricas y por su yacimiento paleontológico de ámbar, resina de plantas extintas en las que se han descubierto especies desconocidas de insectos fosilizados.

Además, es testigo de un pasado minero aun presente en la memoria de los vecinos de Valdáliga, Rionansa y Herrerías. Aquí se extrajo galena y zinc hasta su cierre en 1979 por causas económicas, y tuvo su mayor actividad entre 1855 y 1860, llegando a trabajar, en 1859, 540 mineros y 60 personas más encargadas del transporte y carga del mineral.

Con estas vistas al Embalse de Palombera, en la confluencia de los ríos Nansa y Lamasón, sobre la Cueva de Chufín, hacemos un alto en nuestro Camino Lebaniego para despedirnos de Herrerías rumbo al monasterio de Santo Toribio remontando el curso del Lamasón hacia el municipio que lleva su nombre, nuestra próxima meta.

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